Pedagogía crítica: 3 aportaciones de bell hooks
En la película “El amor tiene dos caras” (1996), dirigida por Barbara Streisand, se nos muestra un fragmento de la clase del profesor Gregory y un fragmento de la clase de la profesora Rose. En la clase del primero, Gregory se muestra totalmente ensimismado al explicar el tema de la sesión, les da la espalda a los estudiantes, ignora sus intentos de participación, utiliza un lenguaje que sólo él entiende, y no parece estar enterado de que todos los asistentes están aburridos y desconectados de la clase. En cambio, en la clase de la profesora Rose, ella se muestra interesada en capturar la atención de los estudiantes, les habla de frente y se pasea por el aula, utiliza estrategias como el storytelling y el humor para provocarlos e involucrarlos, y les hace preguntas cuyas respuestas sirven para detonar discusión.
Sin duda, ambas escenas muestran formas opuestas de enseñar en la universidad que todos hemos llegado a vivir alguna vez como estudiantes. Clases como las de la profesora Rose son emocionantes, reconocen la presencia de los participantes y logran un espacio comunal en el que predomina la motivación y el compromiso genuino. Clases como la del profesor Gregory, pueden ser todo lo contrario.
Las escenas de ambas clases representan bastante bien lo que bell hooks (1952- 2021) menciona en la introducción de su libro Enseñar a transgredir: La educación como una práctica de la libertad (1994):
“... el placer de enseñar es un acto de resistencia que contrarresta el aburrimiento, la falta de interés y la apatía apabullantes que con tanta frecuencia caracterizan el modo en que profesores y estudiantes viven la enseñanza y el aprendizaje, la experiencia del aula" (hooks, 21).
Al igual que para el personaje de la profesora Rose, para bell hooks enseñar es un acto performativo que implica un compromiso con la audiencia y con el propósito de la enseñanza: lograr que el aula sea un espacio lleno de posibilidades para los estudiantes. En su libro, la escritora, activista y educadora estadounidense explica cómo es que su labor como docente nace del deseo por enseñar de una manera distinta a la de aquellos profesores que a ella le enseñaron desde el control, para la obediencia, y para la reproducción del orden social racista y patriarcal de finales del siglo XX (hooks, 21). A continuación, expondré tres aportaciones de bell hooks a la pedagogía crítica, corriente pedagógica que busca cuestionar el lugar ideológico desde el cual los profesores nos planteamos el proceso de enseñanza-aprendizaje.
El aula: un lugar emocionante
“El primer paradigma que configuró mi pedagogía era la idea de que el aula debería ser un lugar emocionante, nunca aburrido. Y si se imponía el aburrimiento, entonces había que desplegar estrategias pedagógicas que intervinieran, alteraran e incluso perturbaran la atmósfera” (hooks, 17)
Aunque hooks no es la primera autora en señalar la importancia de la emoción en el proceso de enseñanza-aprendizaje, reconoce la falta de reflexión del tema desde la pedagogía crítica. Incluso ahora, a más de un par de décadas de la publicación del libro, la afirmación sigue siendo relevante, pues las clases universitarias no suelen ser reconocidas como emocionantes. Para hooks, tener la determinación de incentivar la emoción en el aula es transgredir las fronteras de lo aceptable (hooks, 18). Esto implica conectar el contenido y las actividades de la clase con la dimensión afectiva de los estudiantes y, de este modo, detonar en ellos un interés genuino.
El aula: un espacio de reconocimiento de la presencia de todos
“Como comunidad de aula, nuestra capacidad de generar emoción se ve muy influida por nuestro interés mutuo, por el interés en escuchar la voz del otro, en reconocer su presencia” (hooks, 19)
Además de incentivar que el aula sea un espacio emocionante, hooks postula que el reconocimiento de la presencia de todos los estudiantes en el aula es fundamental. Es decir, “...el profesor, la profesora, debe valorar de manera genuina la presencia de todo el estudiantado sin excepción”. (hooks, 19)
Aunque probablemente la mayoría de docentes estaríamos de acuerdo con esta afirmación, ¡llevarla a la práctica es difícil! Por ejemplo, no cabe duda de que solemos reconocer la presencia de los alumnos que participan en nuestras clases, pero es importante también reconocer la presencia de quienes no lo hacen, y preguntarnos cómo podemos diseñar dinámicas que realmente les den a todos la oportunidad de hacerse presentes. Es decir, el reconocimiento de todos en el aula no es solo pasar asistencia o apuntar quién participa sino de dar visibilidad de la presencia de todos y de su manera de hacerse presentes. Es importante dar a todos los estudiantes la oportunidad de que con sus aportaciones se sientan vistos y escuchados.
El aula: una comunidad de aprendizaje
“Ver el aula siempre como un lugar comunal aumenta las posibilidades de que se haga el esfuerzo colectivo de crear y sostener una comunidad de aprendizaje” (hooks, 20).
En la película “El amor tiene dos caras” (1996), Gregory le pide consejos a Rose. Ella le dice: “Te la pasas bombas con tus problemas, pero es como una fiesta en la que solo estás invitado tú”. La escena de la clase de Gregory es un gran ejemplo de la metáfora del aula como una fiesta fallida. En cambio, las clases de Rose son fiestas de las que todos son parte y sacan provecho. A su vez, la metáfora también se relaciona con la afirmación de hooks de que el aula debe ser un espacio en el que se fomenten comunidades de aprendizaje, pues esta es la principal finalidad de que el aula sea un lugar emocionante en el que se reconozca la presencia de todos.
Un elemento a replantear para que esto suceda es nuestra presencia como docentes. Si queremos plantearnos como los protagonistas expertos en el tema, muy probablemente estemos organizando una fiesta de un solo invitado, nosotros; en cambio, si queremos plantearnos como facilitadores y mediadores de una comunidad de aprendizaje en torno a un tema o actividad, es muy posible que logremos una fiesta emocionante y enriquecedora a la que cada vez más estudiantes quieran unirse.
En resumen, cuestionar nuestra labor como docentes desde la pedagogía crítica implica preguntarnos cómo configuramos el aula como un espacio de posibilidades y experiencias que transgredan los límites de lo establecido. De igual modo, desde qué lugar ideológico enseñamos y buscamos que nuestros estudiantes aprendan. Y no me refiero a la casa o universidad desde donde impartimos y tomamos clase sino al lugar ideológico desde el cual nos planteamos el proceso de enseñanza- aprendizaje en relación a las experiencias que nos han formado, las experiencias que han formado a los estudiantes y al campo de estudios que buscamos compartir. Es decir, el conjunto de concepciones, creencias y posturas que moldean nuestro discurso y nuestra práctica docente, y que vale la pena hacer consciente para asegurarnos de que estamos siendo coherentes con quienes somos como docentes y con cómo queremos impactar en nuestro estudiantado.
El aula no es solamente el espacio físico en el que compartimos lo que enseñamos sino un espacio que puede ser emocionante, experimental y comunal, y en donde podemos poner en movimiento, a través de dinámicas, el lugar ideológico desde el cual estamos parados. Si lo logramos, entonces es posible, como dice hooks, que el aula siga siendo el espacio de posibilidad más radical del mundo universitario. (hooks, 22).