¿Debe el desarrollo profesional docente ser una prioridad para las universidades?

La mayoría de profesores que dan clases en educación superior, especialmente en universidad, deben tener una trayectoria sólida en su disciplina. Generalmente, esta trayectoria implica, por un lado, formación académica en un campo de estudios; por otro lado, suficiente experiencia en el campo profesional relacionado. 

Aunque demostrar dicha trayectoria es un requisito para ser profesor en la mayoría de universidades en América Latina no es indispensable que cuenten con un desarrollo profesional docente; es decir, con una formación para la docencia. Sin embargo, es importante que las universidades comiencen a tomar en consideración esta dimensión en su profesorado, pues la calidad de la enseñanza se relaciona indudablemente con la calidad del aprendizaje.   

La formación profesional docente es uno de los aspectos que, de acuerdo con Miguel Ángel Zabalza (2013) en “La formación del profesorado universitario”, merecen ser tomados en cuenta para asegurar que el profesorado de las universidades sepa enseñar su disciplina: “Nadie puede enseñar bien lo que no conoce bien. Sin embargo, el conocer bien una materia no es garantía de que se sepa enseñar bien o, mejor aún, no es garantía de que seamos capaces de que nuestros estudiantes aprendan de forma efectiva lo que deseamos enseñarles. ” (Zabalza, 2013, 12). Es decir, las instituciones deben tener profesores que no solo conozcan y ejerzan su campo de conocimientos, sino que también se pregunten por su práctica docente y por cómo movilizan conocimientos, habilidades y actitudes en los estudiantes. 

Es importante profundizar en el hecho de que formación académica no es lo mismo que  desarrollo profesional docente. Este último no se adquiere, por ejemplo, en un posgrado centrado en la investigación, sino en programas proporcionados por la institución y que se deben centrar en la práctica docente en el contexto de la universidad. Un término clave para hablar de lo que distingue los programas de formación docente de otros tipos de formación es el de competencia docente que Philippe Perrenoud (2004) define como “una capacidad de movilizar varios recursos cognitivos para hacer frente a un tipo de situaciones” (Perrenoud, 11). 

Para Perrenoud, el autor de “Diez nuevas competencias para enseñar” (2004), es necesario redefinir la profesión docente a partir de diez dominios de competencias prioritarias en la formación docente:

  1. Organizar y animar situaciones de aprendizaje. 

  2. Gestionar la progresión de los aprendizajes. 

  3. Elaborar y hacer evolucionar dispositivos de diferenciación.

  4. Implicar a los alumnos en sus aprendizajes y en su trabajo. 

  5. Trabajar en equipo. 

  6. Participar en la gestión de la escuela. 

  7. Informar e implicar a los padres. 

  8. Utilizar las nuevas tecnologías. 

  9. Afrontar los deberes y los dilemas éticos de la profesión. 

  10. Organizar la propia formación continua. 

Este inventario de competencias, sobre las cuales el autor Perrenoud profundiza en cada capítulo del libro mencionado, es un referente importante para diseñar programas de formación docente. Estas competencias son una representación que, según el autor, describe un futuro posible y deseable, de la profesión (Perrenoud, 8). Sin embargo, no debe ser considerada como algo inmutable, pues las prácticas y el modo de concebirlas cambian todo el tiempo. De igual manera, no debe tomarse como una visión consensuada del quehacer docente, sino como un instrumento para reflexionar en torno a las muchas maneras de vivirlo. Es decir, es una herramienta para reflexionar en torno a la forma en la que la profesión docente se moldea a situaciones de la vida universitaria a las que los docentes deben responder. 

En resumen, los profesores, además de ser profesionales del conocimiento son profesionales de la docencia, por lo que es fundamental ofrecerles una formación que asegure el desarrollo de las competencias que se necesitan para transformar su enseñanza y asegurar que el aprendizaje de los estudiantes les permita enfrentarse a los cambios que atraviesa la sociedad. Como afirma María Concepción Barrón Tirado en “Docencia universitaria y competencias didácticas”:  “La verdadera reforma educativa, sobre todo en el ámbito curricular y pedagógico, que es el que finalmente importa, se juega en el terreno docente. (...) Cambiar el rol y el profesionalismo docente solo puede hacerse como parte de un cambio sistémico que comprometa a la institución escolar” (Barrón Tirado, 46). Por ello, desarrollar las competencias docentes, a través de programas de formación profesionalizantes para la docencia, debe ser una prioridad para las universidades comprometidas a contribuir a la mejora de la educación superior. 

 

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