¿Qué significa realmente innovar en educación?
Si eres profesor, seguramente te habrás preguntado en más de una ocasión si aquel concepto del que todos hablan–la innovación educativa–no ha caído en ser un término sin sentido; es decir, algo que mucho nos repiten, pero que nadie sabe a qué se refiere, o que resulta imposible en el contexto en el que nos desempeñamos y a la velocidad en que lo piden. Pues bien, en este artículo quiero compartirles una visión de lo que significa innovar en educación, la cual nos inspira a nosotros a darle un sentido auténtico y a convertirlo en algo alcanzable.
Para ello, les voy a compartir dos anécdotas que muestran dos posturas en las que frecuentemente caemos:
1. “No hay nada más que inventar”
Dicen por allí que en 1899, un hombre llamado Charles Duell, que era el comisionado de la Oficina de Patentes americana, hizo la siguiente declaración: “Todo lo que puede haberse inventado, ya se inventó”.
Cuando nos ponemos a reflexionar sobre esta afirmación, nos parece ridícula… ¿Esto lo dijo el “comisionado de patentes”? Sin duda, finales de siglo XIX fue una época muy productiva tecnológicamente hablando, pero… ¿en realidad creía esto? ¿A finales de siglo ya se había inventado todo? ¡Por supuesto que no! Si viajáramos en el tiempo a ese año y lo escucháramos hablar, seguramente nos moriríamos de la risa sabiendo hasta dónde hemos llegado en pleno siglo XXI.
Charles Duell subestimó por completo la creatividad humana. Siempre habrá algo nuevo que inventar e innovar en todo aspecto de nuestras vidas… la educación es una de ellas.
2. “Se ruega no innovar”
La segunda anécdota es la siguiente. Haciendo un proyecto hace varios años en donde estábamos abordando el tema del “futuro”, una colega me compartió un artículo muy interesante de Andrés Gomberoff, un profesor chileno, que se titulaba “Ciencia: Se ruega no innovar” (2009). En su reflexión, Gomberoff nos dice que estamos inmersos en un frenesí de la innovación. ¿Cada cuánto sale un nuevo celular, una nueva computadora, una nueva tableta que hace obsoleta la tecnología que tenemos? ¿Cada cuánto tu propia computadora no te notifica que tienes que “instalar las actualizaciones” o si no, ya no la podrás usar?
Se nos exige innovar desmedidamente y por ello, el autor hacía un llamado a detenernos. Y sigue su artículo indicando: “Cuando la ansiedad antiinnovadora me consume, me encierro en el baño.” En el baño, encontramos una pieza de tecnología que no tenemos que “actualizar” cada dos segundos ni cada dos años porque funciona… y funciona muy bien: el WC. Este elemento presente en todos lados se inventó en 1889 y, salvo algunas funciones que se le han mejorado como la contención de olores o el ahorro de agua, no lo hemos cambiado desde entonces.
Si nos detenemos a pensar en esto, la innovación desmedida o la idea de que todo siempre tiene que cambiar resulta tan absurda como la afirmación del comisionado de patentes de que no hay nada más que se pueda inventar… esto es, sin duda, clave para el contexto que nos trae aquí: el del aprendizaje.
Entonces, ¿qué significa innovar en educación?
Phills, et al. nos dicen que “una innovación es una solución novedosa a un problema que es más efectiva, eficiente, sustentable o justa que las soluciones existentes, y que crea un valor” (2008, p. 39). Pero esto toma un sentido especial en educación. Charles Leadbeater, investigador educativo inglés, propone que “la innovación es requerida en educación para desarrollar formas más efectivas para que las personas aprendan” (2012). Al leerla, podríamos preguntarnos: ¿por qué necesitamos desarrollar “formas más efectivas para aprender”? ¿No funcionan las que se usaban antes? Hay diversos factores a considerar.
El primero es que los tiempos cambian. El filósofo francés Michel Serres, en su libro “Pulgarcita” (2016) lo explica perfectamente. En la antigüedad, las personas que poseían el conocimiento iban de pueblo en pueblo narrándolo. De haber un texto, era un escrito a mano de un solo ejemplar, por lo que la única forma de conservarlo y distribuirlo era memorizando lo que decían y repitiéndolo. Cuando se inventó la imprenta, posteriormente, ya teníamos un medio que les pudiera dar mayor difusión a las palabras. Sin embargo, un estudiante no podía leer todos los libros que existían sobre un tema en particular. Tenía sentido que el profesor experto, que ya había estudiado el material, se parara a dar cátedra frente a los estudiantes para explicar las bases de dicho tema y que éstos tuvieran que memorizarlo y repetirlo para demostrar su dominio.
Pero los tiempos han cambiado todavía más. En esta era, la información está a un click de distancia. Un estudiante puede buscar la respuesta a una pregunta en Internet antes de que los profesores le demos toda la explicación. Entonces, tiene sentido centrarnos, no en la transmisión de información, sino en competencias como el análisis de la información, la detección de errores y sesgos, la extracción de conclusiones, entre otras.
Más aún, podemos decir que, gracias a los avances de la tecnología y las experiencias en las que cada generación está inmersa, aprendemos de forma distinta a como lo hacían en el pasado. Nuestros estudiantes procesan la información de una forma diferente a como nosotros lo hacemos y esto seguirá pasando en el futuro. Conforme los tiempos pasan, se requieren nuevas formas de enseñar.
Otro factor a considerar es que cada vez sabemos más sobre cómo aprendemos mejor, gracias a las investigaciones científicas en neurociencias, psicología y desarrollo. En los próximos años, seguiremos haciendo más descubrimientos. Estos deben informar nuestra forma de enseñar.
Finalmente, está el hecho de que cada ser humano es distinto y todos aprendemos de formas diversas. Como profesores hemos experimentado numerosas veces que lo que le funciona a un grupo no es efectivo con el siguiente. Conocer a nuestros estudiantes y apoyarlos en su forma de aprender resulta esencial.
En resumen, al igual que nos pareció absurda la afirmación de Charles Duell, debemos actuar escépticos ante cualquiera que nos diga: “¡Ya encontramos la fórmula mágica! Ya no hay nada que innovar en educación.” Siempre podremos hacer algo mejor y diferente.
Pero hay una segunda parte de las reflexiones de Charles Leadbeater (2012) que me resulta fundamental, porque hace referencia a nuestra otra historia. Él dice: “En educación, la innovación es una evolución más que una revolución. La esencia del proceso es la misma… Es invariablemente un proceso colaborativo y acumulativo, que frecuentemente se basa en ideas pasadas y crea nuevas combinaciones de ideas existentes”.
Así que, tampoco se trata de cambiar todo. Y quien nos diga que lo que hemos hecho hasta el momento no sirve de nada, nos está mintiendo. De hecho, la innovación no es binaria; no es blanco o negro… es un espectro. La siguiente matriz que propone Leadbeater (2012) es interesante, ya que sostiene que la innovación se puede dar en distintos grados, según si conservamos, actualizamos o cambiamos las metas, así como los medios para lograrlas:
En este sentido, no sólo hacemos innovación cuando nos reinventamos o transformamos… A ello Leadbeater le llama innovación disruptiva. También logramos innovación en nuestra aula–innovación sostenida–cuando mejoramos o incrementamos los medios para lograr nuestras metas.
En conclusión, la innovación educativa es necesaria porque siempre requeriremos encontrar mejores formas para que nuestros estudiantes aprendan; pero no partimos nunca de cero ni tenemos que revolucionar todo aspecto de nuestra práctica. Así que te animo a preguntarte: ¿Qué cambios puedes hacer mañana en tu forma de enseñar para que tus estudiantes aprendan mejor? ¿Qué vas a innovar hoy?
Referencias
Gomberoff, A. (2009). Ciencia: Se ruega no innovar. QP Qué Pasa. URL: http://www.quepasa.cl/articulo/opinion-posteos/2009/11/20-1328-9-ciencia-se-ruega-no-innovar.shtml/
Leadbeater, C. (2012). Innovation in education. Qatar: Qatar Foundation.
Phills, J., et al. (2008). “Redescovering Social Innovation” en Stanford Social Innovation Review (6, 4). Estados Unidos.
Serres, M. (2016). Pulgarcita. (Reimpr.). Fondo de Cultura Económica.